13 abril 2016

El arte de la espera

Hallábame yo en las puertas de mi amada escuela de música "Dionisio Aguado" (Famoso guitarrista Fuenlabreño) aguardando a la que siguiente y última clase de la jornada de hoy, miércoles. Conversaba con mi maestra experta en canto lírico y otros subseres del inframundo como un profesor al cual siempre he saludado y el siempre me respondía con el mismo insulso e impersonal saludo, y alumnos y alumnas de esa mi escuela de música, más concretamente compañeros de clase coral. A quince minutos de abandonar nuestra estancia en el exterior una voz, que a mi parecer era aun más aguda que la mía, desgarró el aire que se encontraba entre el emisor de ese sonido y mis oídos. Dicha voz provenía de un hombre joven, de aproximadamente mi edad (Es un hecho que el conocimiento de su edad lo conozco a la perfección, la razón el lector la averiguará más adelante), poseía una voz masculina a la par de femenina "¿Cómo puede ser esto?" pueden preguntarse algunos. La respuesta es sencilla, pues el personaje que hizo pasar aire a través de diversos mecanismos orales, traqueales y toda esa pesca era, como no, un homosexual de mucho cuidado.
Yo, como suelo hacer en esos casos, me giré para ver en qué angulo se encontraba el mariquita. A las 4:30 (o las 16:30 aprox.) se encontraba, se encontraba casi detrás de mi, a mi derecha. Al principio pensé en ignorarle, pero mi mente habilidosa caviló un plan para saldar ese infortunio de la forma más educada, digna y ecuánime posible (Lo de ecuánime no encaja, pero quería escribir la palabra). Para ello me valí de mi dispositivo digital móvil, pues una de sus funciones es marcar la hora exacta para poder así calcular cuando podía saludar a ese resquicio del pasado para después indicarle el motivo de la despedida: Ir a clase.
Pues bien, ese hombre era y es parte importante de la historia. Ese hombre, por circunstancias del suceso imprevisto coincidió conmigo en clases de bachillerato. Dicho hombre era quien, de una forma muy habilidosa por su parte y cual serpiente se acercó sigilosamente en mi vida y agarrándome como si de las garras de un águila se tratase me llevó a su mundo: El mundo que hay más allá de las puertas del armario.
La conversación fue sencilla a la par de previsible, la resumiré del siguiente modo:
- Hola
- Hola
- Qué tal todo
- Bien ¿Y tú?
- Bien.
- Te cuento mi vida a groso modo en unos treinta segundos.
- Interesante, amigos en común.
- XD ja ja ja, k ase.
La parte que viene ahora la pronuncié yo tal y como puede usted leerl - Nos saludamos, hablamos y me despido ¡Paz!
No creo que él lo sepa, pero aunque sea un pensamiento que a mi modo de ver, y lógicamente hablo desde el desconocimiento, no se merezca, tengo que tener en alta estima a ese hombre. Quizás si no se hubiera cruzado por mi vida yo ahora mismo estaría orando a un dios cristiano, predicando su palabra y haciendo la obra que encomendó a través de sus santas escrituras. O lo que es lo mismo, si no fuera por él yo no sabría cuanto me gustan las pollas.
Fin.

1 comentario:

Javier dijo...

JAJJAJAJAJJAJ la frase final es TOP