Ayer fue el cumpleaños de un amigo y lo que prometió ser un día más, bueno, un día de mierda se convirtió en lo que considero una buena noche... Qué cojones se convirtió en una noche especial, o por lo menos para mí.
Como era costumbre la semana de su cumpleaños, yo estaba preparado para comer pizza hasta que la grasa de esta me saliese por los poros, había comido un solo plato de garbanzos, que ni si quiera rebosaba, sabía que para la merienda-cena mi estómago debía de pedir salsa, y así lo hizo.
Quedamos pronto, a eso de las... La gente empezó a venir a las 6:20 y progresivamente fuimos llegando todos, unos más tarde y otros aún más tarde. Sobre las siete nos empezamos a dar cuenta que mover a una masa cuesta muchísimo, es casi imposible, pero lo conseguimos, nos movimos dirección a la pizzería. Cuando llegamos a esta empiezan los problemas: No se si por la falta de información de lo que íbamos a hacer ese día, porque a la gente no le salía de los huevos seguir el plan o simplemente la falta de hambre del grupo era mucho más poderosa que las ganas de seguir el plan (Pensaré que es la primera), nos encontrábamos en la puerta del establecimiento sin saber qué cojones hacer, estábamos hablando de todo tipo de gilipolleces, tras unos minutos decidimos a costa de nervios y pequeñas arterias de la frente de alguien que lo mejor sería ir a "El mercado hipppie de Fuenlabrada" que era mercado, pero no hippie... Tras dar un paseo y comprar cada uno un "absolutamente nada", pensando que el olor de la bollería árabe ensalzaría los estómagos de la gente haciéndolos cantar a la vez, pusimos rumbo a la pizzería... Otra vez. Pero cómo no, nos paramos en el camino, hablamos, hicimos fotos, hicimos el tonto, nos pusieron en evidencia ¡Por fin! Íbamos a merienda-cenar. Elegimos los sitios, nos sentamos, nos miramos, hablamos, reunimos el dinero de unos cuantos, lo devolvimos, decidimos pagar cada uno lo nuestro de forma individual: 7€ por cabeza a excepción de dos personas que no escogerían el "Come hasta la jodida muerte". Pero había una norma clara con una respuesta al incumplimiento de esta: Si hay pagado el "Come hasta la muerte" 14 personas no pueden estar en la mesa los 16 que éramos, porque en ese momento dejarían de servirnos. Nos costó un huevo aceptar esa norma como un conjunto de palabras que, entre sí, tienen algún tipo de significado, vimos todas las soluciones posibles excepto la que debíamos tomar: Echar a las dos personas y reunirnos con ellas más tarde, pero eso es de malas personas, por eso nos costó tanto tiempo decidirnos.
La merienda-cena transcurrió con normalidad, o por lo menos lo normal para nuestro grupo, nos reagrupamos con las que no querían comer hasta la muerte, "ji ji", "ja ja", fuimos a La Cueva: Ciudad Sin Ley para jugar a "Yo nunca" sin beber, la gente se fue yendo poco a poco viendo que como el que cumplía años no se echaba para atrás en su decisión "No me gusta ir a la jodida discoteca". Las conversaciones fueron tomando un ritmo que me gustó, pero no llegaron al culmen hasta que solo quedamos cuatro personas hablando sobre cosas interesantes, gratificantes... Terminamos la conversación a eso de las 6:30 de la madrugada. Me lo pasé en grande.