Entro al baño, huele a limpio y una papelera sujeta la puerta para que no la cierre. Aparto la papelera para mear a gusto y con intimidad. Cuando el choro está aún por dentro de mí, a punto de salir y poniendo los ojos casi en blanco, una señora a la que la llaman "la de la limpieza", abre la puerta y me dice que no puedo cerrarla.
- OK, lo siento (Discúlpeme que no me gire).
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